El año pasado, uno de los trabajos de inglés de mi hijo fue reescribir un cuento de hadas tradicional con una gran diferencia en la trama, para ver cómo podría desarrollarse la historia de manera diferente. La nueva serie de Netflix, Kaos, parece como si su creador, Charlie Covell, hubiera recibido la misma instrucción pero para la mitología griega.
Decidieron ver qué sucedería si Zeus fuera una deidad sin gusto, egocéntrica, paranoica y excesivamente controladora, cuyo mejor amigo (y prisionero desde hace mucho tiempo), Prometeo, estaba secretamente tramando su caída.
La combinación de humor y drama del programa explora efectivamente las consecuencias de tal escenario, al tiempo que ofrece una perspectiva fresca sobre la mitología clásica. Kaos es quizás la reinterpretación más inteligente que he visto (y sin presumir, he leído una cantidad asombrosa de versiones de Hades y Perséfone).
En los primeros 30 segundos del primer episodio, Prometeo (Stephen Dillane), el narrador de Kaos, asegura a la audiencia que no importa si no han oído hablar de él, y esta directora se mantiene cierta durante todo el programa. Si no sabes nada sobre la mitología griega, esto debería seguir siendo una historia disfrutable y emocionante de dioses y mortales compitiendo por el poder y la influencia en el cosmos.
Pero si sabes algo sobre la mitología griega, entonces quizá quieras reservar tiempo para dos visionados separados. Uno para disfrutar de la fiesta sensorial de intrigas, drama intrafamiliar (divino y mortal), amor y lujuria, mortales luchando contra los dioses que controlan su mundo, y los dioses y diosas que se entrometen en sus asuntos, y otro para apreciar la profundidad y el matiz de los guiños ocultos que están esparcidos por toda la historia y el decorado.
En los primeros diez minutos, nos presentan a Zeus, rey de los dioses (Jeff Goldblum), y a una mortal llamada Riddy (Aurora Perrineau), también conocida como Eurídice. Uno vive con su esposa en una mansión kitsch en el cielo; la otra con su esposo, la estrella de rock Orfeo (Killian Scott) y Dennis, el gatito negro, en una elegante villa modernista en Heraklion, Creta.
Riddy siente un vacío en su vida y relación, quizás reforzado por la presencia de su rostro en los pósteres y vallas publicitarias del último álbum de Orfeo, Muse. Pero es sacudida de su mundo monótono a través de un encuentro casual en el supermercado con una mujer que profetiza que lo dejará ese mismo día.
Entonces entra Dionisio (Nabhaan Rizwan), dios del placer, la locura y el frenesí salvaje, cuyo sentido de vacío en su estilo de vida de niño fiestero es evidente. Está, como muchos hijos menores problemáticos, buscando más. Más significado, más responsabilidad, más respeto, especialmente de su padre, Zeus.
Es en este contexto que Zeus, inviolable, perfecto, celestial Zeus, encuentra una arruga en su frente y decide que este es el comienzo del fin, la primera etapa en el cumplimiento de una profecía que llevará a la destrucción de los propios dioses.
En algunos aspectos tiene razón, en otros no, y al final de la temporada, obtienes la clara impresión de que todo esto se desarrolló exactamente de la manera en que debía, según las Moiras.
Más allá de la rica y profunda narración y el desarrollo de personajes, Kaos también es un deleite visual, con excelentes elecciones de escenografía. El Olimpo es brillante y vibrante en colores, el mundo mortal profundo y arenoso, y el Inframundo plano y en blanco y negro.
Goldblum es un Zeus brillante, pero las actuaciones sobresalientes son de los tres personajes mortales que empujan, tiran, arrastran y presionan la historia hacia adelante: Riddy, Ari (Leila Farzad) y Caneus (Misia Butler). Es la interacción entre estas interpretaciones, especialmente de Perrineau y Butler, lo que hace que esta “comedia oscura” sea distintivamente humana.