“Better Call Saul”: La Obra Maestra que los Emmy Nunca Supieron Premiar

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A veces, las grandes obras de arte pasan desapercibidas por los jurados. Pero hay casos que rozan lo absurdo: producciones que logran decenas de nominaciones y aun así se van a casa con las manos vacías. Ese fue el destino de Better Call Saul, el brillante drama criminal creado por Vince Gilligan, que terminó su recorrido televisivo con un récord tan injusto como insólito: 53 nominaciones a los premios Emmy… y ni una sola victoria.

La situación resulta todavía más paradójica si se compara con su serie madre, Breaking Bad, que obtuvo 58 nominaciones y se llevó 16 estatuillas, incluyendo las de Mejor Serie Dramática, Mejor Actor Principal para Bryan Cranston y Mejor Actor Secundario para Aaron Paul. Ambas compartían universo, tono y equipo creativo, pero solo una fue reconocida por la Academia.

Una joya atrapada bajo la sombra del éxito

Cuando Breaking Bad empezó a recibir premios, no lo hizo de inmediato; tardó algunos años en captar la atención de los votantes. Por eso, muchos esperaban que Better Call Saul siguiera el mismo camino: que sus últimas temporadas fueran las que finalmente convencieran a los Emmy. Pero no ocurrió. A lo largo de seis temporadas impecables, la precuela —que también funcionaba como secuela espiritual— fue ignorada una y otra vez, superada por gigantes mediáticos como Succession y Game of Thrones, series que acapararon las categorías más importantes durante su emisión.

El resultado: Better Call Saul se convirtió oficialmente en la serie más ignorada de la historia de los Emmy.

Una historia mejor que su palmarés

Más allá de los números, lo verdaderamente asombroso es la calidad del trabajo que quedó sin premio. Better Call Saul narra la transformación de Jimmy McGill (interpretado magistralmente por Bob Odenkirk), un abogado con un talento natural para el engaño, que poco a poco adopta el alias de Saul Goodman: el mismo personaje que años después ayudaría a Walter White a lavar dinero y escapar de la justicia.

Pero la serie no se limita a contar cómo un hombre se corrompe. Es una tragedia profundamente humana sobre la ambición, la moral y las segundas oportunidades. Cada temporada fue una lección de guion, ritmo y dirección, y sus creadores lograron construir un universo narrativo que iguala —e incluso supera— a Breaking Bad en sutileza y emoción.

La cinematografía de Better Call Saul fue otro de sus grandes aciertos: encuadres minuciosos, una paleta de colores simbólica y una narrativa visual que convertía incluso los silencios en momentos memorables. La serie fue un ejemplo de cómo hacer televisión con precisión quirúrgica.

Los olvidados de los Emmy

Uno de los mayores enigmas del paso de Better Call Saul por los Emmy fue la falta de premios para su elenco. Bob Odenkirk recibió seis nominaciones como Mejor Actor en Serie Dramática, pero nunca logró la victoria. Su interpretación de Jimmy/Saul —un personaje que podía ser encantador y repulsivo en la misma escena— fue tan matizada que se convirtió en una clase magistral de actuación contenida.

La otra gran injusticia fue la ausencia de reconocimiento para Rhea Seehorn, quien interpretó a Kim Wexler, la abogada brillante, leal y compleja que se convierte en el corazón emocional de la serie. Críticos y fanáticos coincidieron en que Seehorn ofreció algunas de las mejores actuaciones televisivas de la última década. Sin embargo, los Emmy prefirieron premiar papeles más mediáticos, como el de Jennifer Coolidge en The White Lotus o el de Julia Garner en Ozark.

Resulta difícil comprender cómo una serie con semejante nivel de detalle —en guion, actuaciones, fotografía y diseño de producción— pudo ser ignorada por completo por la Academia. Algunos analistas señalan que Better Call Saul era una serie más sobria, menos “ruidosa”, que competía en años dominados por producciones espectaculares y políticamente resonantes.

El reconocimiento que realmente importa

A pesar de su sequía de premios, Better Call Saul se ganó algo mucho más duradero que una estatuilla: la devoción de sus espectadores. Los fans la consideran una de las mejores series jamás producidas, y muchos críticos coinciden en que su escritura es incluso más refinada que la de Breaking Bad.

La ironía, claro, es que la serie sobre un abogado tramposo terminó siendo víctima del mayor “robo” de la televisión moderna. Pero tal vez, como diría el propio Saul Goodman, “la justicia no siempre gana, pero el show debe continuar.”

Hoy, a la distancia, Better Call Saul ya no necesita el respaldo de los Emmy para ser considerada una obra maestra. Su legado está asegurado en cada escena, cada diálogo y cada decisión moral que pesa sobre Jimmy McGill. Y, a fin de cuentas, el tiempo —más justo que cualquier academia— sabrá darle el reconocimiento que merece.

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